martes, 11 de enero de 2011

LA MADUREZ EN LAS PERSONAS

Cuando era niña, solía jugar con mis hermanos en el distrito de La Perla, juridisción donde vivo. En la escuela era la primera en salir al recreo correr por el patio del colegio. Ya adolescente, mis juegos continuaban, pero desde otra perspectiva. A los 18 años empecé trabajar como jugando y probablemente, a jugar trabajando. Me hice un poco independiente y solía tomar mis propias decisiones.
Con el transcurrir del tiempo, asumí nuevas responsablidades y aprendí que la vida no sólo es juego, sino que hay cosas serias por hacer. Es decir, maduré en todo el sentido de la palabra. Por cierto que cometí varios errores, algunos de ellos lo lamento hasta ahora, aunque ya no los recuerdo porque pertenecen a mi pasado.
¿Qué paradoja? Yo que tomaba todo a la broma y al juego, ahora me he convertido en una férrea defensora de la "seriedad". Es verdad que por mi carácter muchas cosas pueden ser llevaderas, pero he madurado más que cambiado.
Ahora veo la vida desde otra perspetiva y recuerdo mucho a mi papá Gregorio y a mi amadísima mamá Carmen por todos los consejos que me daban. El trabajo de ellos no pasó en vano, ahora encarno en parte los consejos de mi padre y madre. Ah, también de mis hermanos y hermanas.

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